¡Y que viva México!

Esta frase es el frecuente colofón de un mariachi cantando con pasión, especialmente si ha corrido el tequila. Y es también la proclama que debiéramos expresar desde ORU -cada vez que se tercie- si tenemos en cuenta el sistema político de los Estados Unidos Mexicanos. Y es que, con todos los problemas políticos y sociales que se quiera, el sistema constitucional del país es un indudable referente de poder territorial equilibrado.

Los estados mexicanos son jurídicamente libres y soberanos. Sus poderes son irrevocables, de manera que pueden actuar unilateralmente, e incluso en oposición a la política nacional, siempre que no se inmiscuyan en las competencias reservadas al Estado Federal, que no van mucho más allá de la defensa, la política exterior y la emisión de moneda.

Las constituciones de los estados no están sometidas a leyes federales y, se admite, que una competencia que no está expresamente asignada a la Federación, es facultad de los estados. Con este régimen de división de competencias, los estados tienen   potestad de elegir -incluso- el uso horario. Algunos, en la frontera con Estados Unidos, utilizan esta competencia para sintonizar con sus vecinos del norte. Otros, como en Quintana Roo (Cacun), para alinearse con el horario de sus principales mercados turísticos, en Canadá o Estados Unidos.

Esto no debería ser sorprendente, pero lo es en un contexto en el que vemos procesos de recentralización, o en el que cuesta tantísimo impulsar un proceso real de reparto de poder territorial. En ORU hemos hablado, con frecuencia, de la nueva gobernanza que supone construir un estado descentralizado, con poder para el territorio. ¿Algo nuevo? En México no lo es. En México, el espíritu federal constituye el ADN del país desde el momento constituyente.

Y, tan sorprendente como ver en funcionamiento a Estados Unidos Mexicanos, fue oír el discurso del presidente mexicano en la reunión de la Conferencia Nacional de Gobernadores (CONAGO) que, el pasado 7 de julio de 2015, eligió como presidente al gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila. El presidente Peña Nieto les dijo a los gobernadores que eran actores protagónicos y que el buen funcionamiento de sus estados era pilar fundamental para el futuro de México. Les señaló como elemento clave para la necesaria dinamización económica del país y requirió su colaboración para abordar la difícil tarea de mejorar la seguridad del país.

Escuchando la intervención, uno recordaba que el presidente ha sido gobernador. Y esto, en un país, en el que todos los partidos están ya especulando con nombres de gobernadores para que en el 2018 sean candidatos a la presidencia. ¡Qué lejos de tantos países donde el gobierno nacional se dedica a limitar capacidades y a recortar presupuestos a regiones y gobiernos intermedios!

Es por todo ello que nos complace mucho contar con la implicación de los gobernadores mexicanos en ORU. Y, así, si el discurso del presidente Peña Nieto nos sorprendió, nos agradó aún más, cuando el gobernador Eruviel Ávila habló de la necesidad de internacionalizar la CONAGO, voluntad que ya nos había expresado pública y privadamente en la reunión que habíamos tenido el día anterior en Toluca, capital del Estado de México.

 

Carles Llorens

 


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