Acelerar las acciones a favor de los ODS
Dijimos que el 2020 era un año clave en términos para la implementación de los ODS. De hecho, el 25 de septiembre se cumplirán cinco años desde la aprobación de la Agenda 2030, con sus 17 objetivos a alcanzar dentro de 10 años, en 2030. 2020 es también el año clave para la implementación del Protocolo de Kioto y para mostrar una firme implicación en la implementación del Acuerdo de París para la Reducción de los Gases de Efecto Invernadero.
Antes del COVID19, los resultados de estas agendas ya eran muy dudosos. Como muestra, el Objetivo 2 "Hambre Cero", al que ORU Fogar está tan fuertemente comprometida, tenía una evaluación bastante desalentadora. Lo comprometían guerras, crisis sociales y cambio climático...El último informe anual de la FAO indica claramente que, en los últimos tres años, el hambre ha aumentado y hoy hay más de 821 millones de personas afectadas en todo el mundo.
El balance general relacionado con la aplicación del Acuerdo de París, por otro lado, tampoco evoluciona bien. En 2018, el consumo de petróleo, gas y carbón fue más alto que nunca. La campaña de alarma que hace sonar el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) no provocó ninguna reacción.
Y llegó el coronavirus que, con sus graves consecuencias sanitarias, económicas, sociales y políticas, pone en grave riesgo la consecución de los ODS, cuando no retrocesos en objetivos ya alcanzados. Veamos algunas situaciones concretas.
Empecemos por el ODS 1, el del fin de la pobreza. Según el Banco Mundial, la crisis del COVID-19 hará que entre 40 y 60 millones de personas caigan en la pobreza extrema. Esto afectará a mujeres, familias monoparentales, inmigrantes, personas mayores en zonas rurales… Esto destruye todos los avances conseguidos en los últimos 5 años. Igualmente, grave es todo lo relacionado con el ODS 2 dedicado a la erradicación del hambre. Las regiones de ORU Fogar, en todo el mundo, hemos visto con nuestros propios ojos como se rompían las cadenas de suministros de alimentos y como se interrumpían los procesos de exportaciones e importaciones. Esto ha incidido directamente en la disponibilidad de alimentos. Las previsiones dicen que la crisis podría afectar a 250 millones de persones, especialmente en África.
La pandemia, evidentemente, ha afectado al ODS 3 dedicado a la salud y el bienestar. Tan grave como esta situación es que ha evidenciado la gran debilidad de los sistemas de salud de muchos países. Otra obviedad es que ha quedado tocado el ODS 4, relacionado con la educación de calidad. Según datos de la UNESCO, «290 millones de estudiantes han perdido sus clases” y es evidente que las alternativas tecnológicas a las clases han aumentado las brechas sociales. El DS 8, el del trabajo decente… No vale ni la pena argumentar que el coronavirus tendrá efectos desastrosos sobre este objetivo…
Podríamos continuar con todos los ODS y veríamos que todos se pueden ver perjudicados por la pandemia…
En este contexto, ¿cómo debemos posicionarnos? Creemos que debemos ratificarnos más que nunca en favor de la Agenda 2030 y debemos aplaudir la iniciativa del secretario general de Naciones Unidas en el sentido de Acelerar Acciones a favor de los ODS. En un mundo tan complejo y conflictivo, la Agenda 2030 consiguió un consenso y un compromiso sin precedentes. Nunca la gobernanza mundial había tenido un mandado tan claro. Así, pues, la Agenda 2030 debe continuar siendo marco de referencia. Para nada la pandemia debe disminuir el compromiso con los ODS. Por parte de las regiones, por parte de las regiones de ORU Fogar, en cualquier caso, el compromiso está intacto y, si cabe, es aún mayor.
Si antes de la pandemia señalábamos que, más allá de las guerras, los conflictos sociales y la crisis climática, la mala gobernanza era un hándicap para la consecución de los ODS, ahora, debemos ratificarnos en esta convicción. En un mundo tan complejo como en el que estamos, el centralismo a la vieja usanza ya no resulta operativo. Cuando todo el poder de decisión está en manos de una burocracia en la capital nada avanza, dificultando los progresos en la lucha contra la pobreza, contra el hambre, contra la ignorancia o contra el trabajo informal.
Querría acabar con un ejemplo que -entiendo- es ilustrativo de esta situación:
Desde el primer momento, la Organización Mundial de la Salud nos dijo que «lavarse las manos con jabón era una de las claves para parar el coronavirus”. Sucede, sin embargo, que 3000 millones de personas no tienen agua potable en sus casas para lavarse las manos con agua y jabón. Se trata del 40 % de la población mundial. ¿Cómo conseguimos el ODS 6, que hablaba de proporcionar el agua limpia y saneamiento? ¿Cómo conseguimos que la gente tenga agua para lavarse las manos?
Pocos meses antes de la pandemia estuvimos en Cajamarca, Perú, participando en el II Cumbre sobre la Descentralización con los gobernadores peruanos. En reiteradas ocasiones, los gobernadores peruanos se quejaron de como cualquier permiso relacionados con la gestión del agua se gestionaba en la capital, en Lima. Entre resignación y amargura explicaban como los tramiten se eternizaban en unos trámites burocráticos que les parecían incomprensibles. Hoy Perú es uno de los países de América Latina que peor está viviendo la crisis, con un número creciente de infectados y de muertos. La gravedad de la situación, seguro, debe tener múltiples factores. En pleno siglo XXI resulta descorazonador, sin embargo, pensar que pueda incidir en ello una ineficiente gestión de las políticas del agua que, al fin, hacen que la gente no se pueda lavar adecuadamente las manos.