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Carles Llorens

Secretario general ORU Fogar

Acabamos 2018 con sobrados motivos de preocupación. Si en el mes de diciembre la COP24 de Katowice sobre el Cambio Climático estuvo muy cerca del fracaso; en el mes de noviembre, la COP14 sobre Diversidad Biológica de Sham-El-Sheikh nos mostró un panorama en el cual no se detiene la destruccion de ecosistemas.

Los prolegómenos de la COP de Polonia los habían puesto las 'Armillas Amarillas' franceses, un movimiento que -más allá del descontento social- se moviliza a partir de una subida de impuestos de los carburantes fósiles, que debía financiar la transición energética. Mal prólogo viniendo del país del que salió el 'Acuerdo de Paris', mal prólogo del país que quería ser vanguardia en la lucha contra el Cambio Climático, pero en el que dimite su carismático ministro de Medio Ambiente. 

No fue mejor la inauguración de la cumbre, en el que el presidente polaco, Andrezj Duda, defendió el uso del carbón, frente a una desconcertada Patricia Espinosa, responsable de la lucha contra el Cambio Climático de Naciones Unidas. 

Nuevo contratiempo cuando en la primera sesión, Estados Unidos, Rusia, Arabia Saudita y Kuwait rechazan validar el informe de los expertos de Naciones Unidas, en el que se afirma que las emisiones no sólo no se están reduciendo, sino que están aumentando. Es el informe que, con datos en mano, afirma que -de continuar las emisiones- la subida global de temperaturas puede ser 3,5 grados, lo que va a suponer aumento del nivel del mar, inundaciones, sequías, merma de la producción agrícola y clima extremo. 

Durante la semana, Brasil y Turquía dieron señales de quererse alinear con el negacionismo climático. Enfrente, China y los países-islas se sitúan en la vanguardia en defensa del 'Acuerdo de Paris'. Con esta situación, el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, se dirigió al plenario de la conferencia en una dramática apelación en la que reclamó "un compromiso global, para evitar lo peor". A pesar de la apelación, la Cumbre acabó con un acuerdo de mínimos y emplazándose para una COP25, que Brasil ha renunciado organizar y que se va a celebrar en Chile. 

En este contexto, el voluntarioso esfuerzo de las regiones, meritoriamentre coordinado por nrg4SD, resulta un pequeño, pero luminoso faro.

Tampoco la COP14 de Egipto dibujaba un buen paisaje. El informe técnico previo señalaba que las Metas de Aichi para 2020 no se iban a cumplir, en un desastroso panorama de desaparición de hábitats y especies. Llamaba sobremanera la atención el peligro que suponía que, en muchos países, especialmente algunos africanos, la obtención de proteínas para una parte muy importante de la población continuaba dependiendo de la caza de especies salvajes. En un contexto de crecimiento de la población, este hecho hacia prever que muchos hábitats acabarían arrasados. 

De nuevo, aquí, las regiones y nrg4SD tomando la iniciativa y convirtiéndose en faro.

Este panorama es, sin duda para muchos, una invitación al pesimismo. No lo es, sin embargo, para las regiones y los gobiernos intermedios del mundo. No lo es para los estados de Estados Unidos que, desafiando al president Trump, han asumido el Acuerdo de París. No lo es para los gobernadores de América Latina que están impulsando proyectos de soberanía alimentaria, de trabajo decente o para los presidentes de regiones africanas que amparan Escuelas verdes. Y no lo es tampoco para las regiones europeas que, frente a gobiernos nacionales xenófobos, tienen que acoger a refugiados y hacer políticas de inclusión para la immigraicon. 

Toda esta gente, todos estos gobiernos de dimensión humana, no se acongojan frente al centralismo, ni se pierden en el bucle político administrativo, ni en el debate político estéril, ni en la indecisión. Son gente que actúa. El 2019 va a ser su año. El 2019 debe ser su año. ¡El nuestro!

 

 

 


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