La VI Conversación en Positivo, un ejercicio de dialogo sobre la futura gobernanza impulsada por ORU Fogar para ver las consecuencias de la pandemia, puso de relieve las dificultades de que -con la llegada de la COVID-19- la acción pública llegara a todos los rincones del territorio. En un diálogo entre Carlos Rua, gobernador de Ayacucho y presidente de la Asamblea Nacional de Gobiernos Regionales de Perú, y Mario García, intendente de Lavalleja, Uruguay, se constató la paradoja de que la COVID-19 había llegado a los lugares más inhóspitos, mientras que a los poderes públicos sanitarios les resultaba muy difícil llegar, por falta de recursos humanos y financieros.
Gobernador y intendente mostraron como Perú y Uruguay habían tenido una primera aproximación completamente diferente a la pandemia. La primera reacción de Perú fue cerrar fronteras y apostar por el confinamiento. En Uruguay se apeló a la libertad responsable. No se planteó un confinamiento obligatorio. La gente restringía la movilidad de forma voluntaria. También la dialéctica entre gobierno central y gobiernos regionales fue diferente. El gobernador Carlos Rua explicó que la crisis institucional peruana, con varios presidentes y varios ministros de sanidad durante los meses más graves de la pandemia, dificultó grandemente la gestión de la emergencia y la cooperación entre gobierno nacional y gobiernos regionales y locales. Con esta situación, las regiones fueron claves para que los recursos sanitarios llegaran al territorio y tuvo que modificarse el presupuesto para proporcionar todo el material hospitalario necesario. “Nuestro territorio es tan extenso -contó el gobernador de Ayacucho- que llegar a los territorios rurales es muy complicado. El principal reto de la pandemia ha sido hacer llegar los recursos sanitarios a poblaciones apartadas. Sin la participación de las regiones, el gobierno central hubiera dejado de lado a colectivos sensibles al virus”.
El intendente Mario Garcia habló de dificultades similares para hacer frente a la pandemia: “Nadie estaba preparado para una alerta de esta dimensión. Faltaban tests, laboratorios y camas en los hospitales. Para conseguir todos esos recursos se tuvo coordinar y poner al límite todos los prestadores privados y públicos. Sólo así se consiguió que el sistema de salud no quedara colapsado”. El intendente de Lavalleja describió, sin embargo, una aproximación muy diferente a la pandemia por parte de los diferentes niveles de gobierno en Uruguay. Explicó que uno de los aciertos del gobierno nacional fue la descentralización de las decisiones. El gobierno emitía decretos, pero con libertad para los departamentos, por lo que se refiere a su aplicación. Así, la toma de decisiones seguía una guía, pero no fue homogeneizada. “El gobierno nacional -explico el intendente García- fue transparente con toda la información”.
Tanto el gobernador como el intendente dedicaron gran atención al proceso de vacunación, en sus respectivas regiones. Ambos apuntaron la existencia de sectores de población reticentes a la vacunación. Las regiones, en su opinión, debían jugar un rol fundamental a la hora de vencer estas resistencias. La mayor preocupación estaba, no obstante, en la gran dificultad para hacer llegar las vacunas a todos los territorios y sectores sociales. Carlos Rua explicó lo caro que era un proceso de vacunación en un territorio tan extenso y faltado de buenas comunicaciones, como el peruano. Reclamó, así, un reparto “equitativo” de las vacunas. Mario García, por su parte, apeló a la acción conjunta de diferentes actores para conseguir una rápida llegada de las vacunas.
Los dos líderes regionales concluyeron que la gobernanza futura va a estar muy determinada por la idea de que, si no hay salud, no hay desarrollo. Otra conclusión fue que la mejor forma que conjurar los peligros de la globalización es contar con poderes locales y regionales muy fuertes.