De la participación ciudadana a los ODS, trabajando en proceso

Carles Agustí 

Consultor internacional sobre gobernanza y ODS y Country Officer de la IFGICT

 

Innovación, evolución permanente, conceptos ligados a cualquier trabajo, y por lo tanto también, y con más razón, al  mundo de la gobernanza y la tecnología. La sociedad evoluciona, cada generación es diferente a la anterior, en necesidades, en visión, en demandas, y las administraciones públicas y las empresas nos tenemos que adaptar, tanto escuchando qué quieren y necesitan los ciudadanos en cada momento, como ofreciendo las soluciones adecuadas.

Así, con esta evolución e innovación permanente, es como hemos pasado de la participación ciudadana a los Objetivos de Desarrollo Sostenible, y concretamente al Objetivo de Desarrollo Sostenible 16, que es el que incluye todos los asuntos referentes a la gobernanza pública, así como los objetivos de paz y justicia.

Si echamos la mirada 15 años atrás, existía sólo la participación ciudadana sola, no transversal, aislada, como una herramienta bonita de hacer política que no tenía demasiada consideración, una "maría" de las áreas de cualquier gobierno. No era una herramienta que se considerara que resolvía todos los males, sino una herramienta más, para resolver, si se creía necesario, alguna problemática, o como acompañamiento, a veces más de adorno que real, de alguna iniciativa política de calado.

Llega la crisis de la política y con ella la primera evolución o hibridación, las políticas de participación ciudadana dejan de ser una sola cosa aislada para pasar a formar parte del Gobierno Abierto, un concepto más amplio, ahora sí transversal, y que ahora sí se contempla como una solución global a los males de la política. En la participación ciudadana, o implicación del ciudadano en la gobernanza política, se le unen la transparencia y los datos abiertos, tres dinámicas que acaban bajo el mismo paraguas, el del Gobierno Abierto, como motor transformador de la gobernanza y cambio de paradigma en la relación entre ciudadanos y administraciones y viceversa.

Muchos son los ejemplos a nivel mundial de desarrollo, en todo el planeta, de experiencias concretas de gobierno abierto. En este sentido cabe destacar los reconocimientos que, por ejemplo, otorgan ORU Fogar y el PNUD a nivel regional, con el reconocimiento reciente a la experiencia de Nariño (Colombia) o los premios Internacionales del OIDP.

Paralelamente comienza a abrirse la puerta al mundo privado. Algunas de las estrategia de participación ciudadana comienzan a tener sentido en las políticas de algunas empresas, tanto si son  enfocadas a los ciudadanos, como a los trabajadores internos. Y empieza también a abrirse el mundo de los datos, el Big data, la gestión y gobernanza de datos, y concretamente, a través de los datos abiertos, se abre también al sector público.

Con el gobierno abierto, la tecnología, que tenía una entrada sólo relativa en el panorama previo aislado de la participación ciudadana, empieza a abrirse camino, especialmente al tratarse de grandes reformas, a menudo en grandes administraciones o empresas, y afectando a veces a poblaciones de millones de ciudadanos, especialmente si hablamos de regiones.

Y esto nos lleva a la siguiente hibridación, hace sólo unos pocos años, llega el mundo de las Smart cities, que aparece ligado a las ciudades, pero que evidentemente tiene traslación a regiones y territorios bajo el concepto Smart Region (así lo hace servir por ejemplo el gobierno provincial de Barcelona) o Smart Territory.

El concepto Smart City o Smart Region aparece primero poco aterrizado y confuso, para luego tomar sentido como la tecnología al servicio de la mejora de la vida diaria de las personas, también en la gobernanza, en el poder conocer, participar y decir cada uno la suya. De la hibridación de las políticas de gobierno abierto y el concepto de servicio tecnológico de las Smart Cities o Smart Regions, llega el Smart Governance o Smart Citizens, tecnología aplicada a capturar el conocimiento ciudadano para aprovecharla para la construcción de los proyectos y la toma de decisiones.

Y finalmente, de manera muy reciente, estamos camino de la última hibridación. La Organización de la Naciones Unidas (ONU), en sus reflexiones a nivel planetario, lanza lo que inicialmente parecía algo de recorrido incierto, pero que ha ido cuajando y se empieza a considerar una estrategia imprescindible para cualquier administración pública del mundo, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), donde el objetivo número 16 incluye la gobernanza, junto con la paz y la justicia, como uno de los valores y temáticas a tratar y evolucionar. Con lo cual, todo aquel mundo inicialmente de la participación ciudadana, del gobierno abierto después, del Smart governance ahora, pasa a formar parte de una estrategia mundial de mejora e innovación en la relación entre administración y ciudadanos.

Innovación, evolución, actualización, son conceptos que adquieren sentido y velocidad en la era de la tecnología, una oportunidad para la definitiva transversalidad y globalidad de las políticas, no ya sólo de gobernanza pública, sino también privada, y para lo que es la auténtica revolución en la gestión a todos los niveles, el Big Data.

 


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