Reforma regional: ¡cuidado con el boomerang!

Jean-Paul Bachy

Presidente de la región champagne-Ardenne

 

Se esperaba mucho de la reforma territorial puesta en marcha, hace unos meses, por el gobierno francés. Tenía que ser una nueva etapa hacia una mayor descentralización y el resultado de una voluntad de simplificación de los niveles de competencias, cuya complejidad y yuxtaposición de funciones entre municipios, departamentos y regiones costaban de entender a los ciudadanos.

El modo en que se emprendió el debate es paradoxal. Antes de abordar el tema de las competencias, el gobierno vio más oportuno redefinir la geografía de las regiones, suprimiendo la mitad de ellas…sin consultar a sus cargos electos. Acaparados por ciertos ministerios y por el parlamento, los arbitrajes llevados a cabo han provocado un gran descontento. Habrá 13 regiones metropolitanas en lugar de 22. Las regiones no se hacen más fuertes por el simple hecho de hacerlas más grandes. El debate sobre los recursos financieros que se van a asignar a las nuevas regiones ha quedado en segundo plano. Además, no queda claro en qué modo la designación por parte del Estado de nuevas grandes metrópolis, destinadas a convertirse en capitales regionales, va a contribuir a acercar a los ciudadanos a los centros de decisión. Sin embargo, el espíritu de la descentralización en los “años Mitterrand” abogaba por reducir los circuitos de decisión para generar más democracia y una mayor eficacia en la implementación de las políticas públicas. Aparentemente, esta filosofía ya no impera hoy en día. Tanto en cuestión de forma como de fondo, asistimos a una recentralización encubierta, pero que es bien real.

El proceso empezó bajo el régimen de Sarkozy con la ley de diciembre de 2010, que tuvo como resultado la supresión prácticamente integral de la autonomía de las regiones, en lo que respecta a la asignación de sus propios recursos. Desde 2010, la fiscalidad regional ha dejado prácticamente de existir. Las dotaciones del Estado son, en más de un 90%, los únicos recursos de las regiones. Las transferencias de gastos de funcionamiento, de las que los sucesivos gobiernos tanto de derechas como de izquierdas se han querido desembarazar, lastran fuertemente las finanzas de las regiones. Con lo cual, prácticamente no tienen margen para actuar.

¿Les quedarán a las regiones algunas competencias exclusivas? Se está pensando en el desarrollo económico o la ordenación del territorio. Es preciso constatar que en el debate parlamentario en curso, las metrópolis son las que se llevan la mayor parte. Los departamentos que deberían desaparecer han sido confirmados.

Desde las grandes leyes de descentralización de 1982, poco a poco se fue imponiendo la idea de que el nivel regional era el más indicado para poner en marcha las políticas públicas. Estaba suficientemente cerca de los ciudadanos para ser identificable y accesible, y al mismo tiempo era suficientemente grande para dar estructura a estas políticas. Pero el desbarajuste del mapa de regiones ha roto totalmente su identidad, y la ley que se está preparando no ha simplificado nada el “milhojas” territorial…

La concretización sobre el terreno de los compromisos adoptados por F. Hollande, en las primeras semanas de su mandato, habría podido dar nuevo aire a la descentralización. La realidad de los actos es, por desgracia, opuesta a lo que esperaban los ciudadanos. En las próximas semanas y en los próximos meses, el retorno del boomerang podría ser terrible. 

 

 


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