En su ecuador, vivimos los debates de la COP21 con esperanza y con satisfacción por el trabajo que se está haciendo. Se diría que la ciudad de París, golpeada por el terrorismo hace tan solo tres semanas, tiene una necesidad tan grande de optimismo, que está empujando con todas sus fuerzas para que, de aquí, salgan los resultados que reclama un desafío de la magnitud del cambio climático.
Esperanza porque, a pesar de los intensos debates, los países, parece, van a conseguir un acuerdo ambicioso. Hay un gran convencimiento que no puede volver a suceder lo de la COP15 de Copenhaguen de 2009, cuando no se consiguió una acuerdo vinculante y cada país se comprometió solamente con la reducción de CO2 con el que cada cual había ido a la reunión. Esto, ahora, no pasará. No pasará que, como entonces, el protagonismo de la cumbre acabe siendo para los activistas de Greenpeace, por su boicot a la clausura. Irá bien. Está en el ambiente y la sociedad, mucho más concienciada que entonces, está empujando para que haya compromisos considerables respecto a las reducciones. Y el gobierno francés, por otro lado, se ha implicado muy a fondo.
Esperanza también porque, en la declaración final, tanto en el preámbulo como en su desarrollo, va a haber un reconocimiento explícito del rol de los gobiernos territoriales, locales y regionales. No sabemos el contenido exacto del texto, pero, de producirse este reconocimiento, será tan meritorio como justo y lógico. Frente a un desafío de estas dimensiones, deben sumarse todos los actores. Nadie puede quedar al margen. Los estados no son suficientes para reducir emisiones; más, cuando a Ségolène Royal, la ministra francesa del ramo, le hemos escuchado afirmar que "un porcentaje muy considerable del trabajo es competencia del territorio".
Del lado del optimismo, creo que los regionalistas podemos estar satisfechos del trabajo hecho en la COP21. La cumbre se preparó como nunca antes lo habían hecho las regiones, con reuniones preparatorias africanas, europeas, mediterráneas y con una cumbre global, el World Summit Climate & Territories, celebrado en julio en Rhône-Alpes. Y esto se ha notado en París. La presencia regional presentando experiencias y proyectos ha sido muy notable. Se ha presentado el II World Summit, que se va a organizar en Nantes (País del Loira). Y se ha hecho el lanzamiento del RegionsAdapt, una iniciativa de Rio de Janeiro y Catalunya, amparada por nrg4SD y The Climate Group, por el cual las regiones se comprometen firmemente a reducir emisiones. Fue increíble ver cómo iban pasando a firmar el acuerdo por la mesa del Salón de Actos de la Maison de Europa: California, Gales, South Australia, Lombardía, Tombuctú, Columbia Británica, Gossas y Fatick, Tocantins y Minas Gerais, Jalisco, Sud Comoé de Costa de Marfil y tantos otros.
En diferentes momentos y escenarios de la COP21, Matthew Rodríguez, David Heutel y Santi Vila, ministros de Medio Ambiente de California, Quebec y Cataluña, hablaron del liderazgo de sus respectivos gobiernos intermedios, respecto al gobierno central. Con esto nos quedamos. Queremos ser líderes, queremos estar en el lindar del futuro. Y espacios como nrg4SD y ORU deben estimular estas ganas de liderazgo.