La celebración de la IV Cumbre de Regiones sobre Seguridad Alimentaria llega en un momento muy pertinente. Todos estamos viendo cómo, en todo el mundo, se está gestando la tormenta perfecta para que se produzca lo que Paul Roberts, nuestro ponente de lujo, llamó “The end of the food” o “El hambre que viene”. En los últimos meses estamos viendo un aumento de precios inauditos de las materias primas y de los alimentos. Las causas son diversas. Aquí hay problemas muy de fondo y que vienen de lejos.
Pensábamos que la globalización nos daba seguridad. Los alimentos llegaban de cualquier parte del mundo. Se compraban donde ofrecían mejores condiciones. La pandemia COVID19 puso, sin embargo, obstáculos a todas las cadenas de suministros, alterando completamente el comercio mundial de alimentos. La guerra de Ucrania, después, encareció el precio de los combustibles fósiles, con lo cual ha subido el precio del transporte y de los fertilizantes, con un efecto directo sobre los alimentos. Antes, durante y después de estas situaciones, el Cambio Climático. Y con calor, incendios, sequías e inundaciones, la producción agrícola se ve -en el mejor de los casos- mermada.
Con este panorama, va a ser imposible cumplir con el Objetivo 2 Hambre Cero que Naciones Unidas había fijado en la Agenda 2030. Las cifras de desnutrición están aumentando. También las de las de personas que sufren niveles de hambre aguda. La Guerra de Ucrania, en cualquier caso, está poniendo en riesgo de hambre a muchos millones de personas, especialmente en África.
A nadie escapa la gravedad de la situación, pero, si vamos a estar en Temuco, la Araucanía, en Chile, en la IV Cumbre “Hambre Cero”, es justamente para encontrar soluciones y ver como actuamos. Como Côre Group de Soberanía Alimentaria tenemos el encargo de presentar un borrador de manifiesto que va a discutir y aprobar la Asamblea de ORU Fogar. Hace semanas que estamos trabajando en él.
Fortalecer la seguridad alimentaria de los territorios
Con la actual alza de precios generalizada, lo primero que proponemos es que cada región elabore un plan de choque que garantice la provisión de alimentos, asegurando que las redes de distribución lleguen a todos los rincones del territorio. Este plan de choque, a nuestro entender, debe contemplar:
- Que se garantice la provisión de alimentos a las poblaciones más vulnerables.
- Que se dedique una especial atención a los niños y niñas para que esta crisis no afecte su desarrollo.
- Que se apoyen a la agricultura y al sector primario en general con redes locales y regionales de distribución de sus productos.
- Que las redes de distribución y los mercados locales tengan protección y apoyo.
Superada esta situación de los próximos meses, los gobiernos regionales deben -creemos- contar con un Plan Estratégico de Seguridad Alimentaria actualizado periódicamente.
Gobernanza y Descentralización
Más allá de la coyuntura, la reacción que debemos adoptar es fácil, porque es la que siempre ha propugnado el movimiento regionalista: contar con una buena gobernanza y fortalecer la seguridad alimentaria de los territorios.
Si en muchas partes del mundo no se acaba con el hambre es por los conflictos sociales, por las pandemias o las guerras, pero, también por una mala gobernanza. Una administración centralizada y burocrática resulta poco eficiente para resolver los problemas del hambre. La lucha que se avecina requerirá una gobernanza en la que todos los niveles de gobierno participen bajo el principio de subsidiaridad. Por esta razón a los gobiernos regionales no se les podrá escatimar ni competencias, ni recursos económicos y humanos.
En los países de ingresos bajos, pero también en algunos países de ingresos medianos bajos donde la agricultura resulta esencial para la economía, el empleo y los medios de vida, los gobiernos deben incrementar el gasto en servicios que apoyen la alimentación y la agricultura de manera más colectiva y otorgarle prioridad. Esto es crucial para subsanar las deficiencias de productividad en la producción de alimentos nutritivos y para permitir la generación de ingresos a fin de mejorar la asequibilidad de las dietas saludables, aunque se requerirá una financiación del desarrollo significativa.
Hay un debate sobre si debemos hablar de seguridad o de soberanía alimentaria. Vamos a hablar de ello en la Cumbre. Queda claro, en cualquier caso, que debe reforzarse la resiliencia en el territorio y que, en estos momentos, es importante garantizar al máximo la producción de alimentos en la región, y así, deben priorizarse los alimentos de proximidad, la producción de Km0, la creación de denominaciones de origen, la agricultura familiar e, incluso, la gastronomía autóctona.
Queremos poner el foco en otro punto. Con una crisis climática que está desertificando territorios y mermando los recursos hídricos en muchas geografías, la adecuada gestión del agua dulce requerirá una administración muy eficaz. La seguridad hídrica reclamará una financiación como nunca antes había existido. Será necesario evitar pérdidas y fugas, aprovechar las aguas de la lluvia, reciclar aguas usadas y construir plantas desaladoras. Tan importante como la financiación, será reconocer el rol en esta gestión de los gobiernos territoriales. En todo el mundo, los gobiernos municipales tienen reconocido el rol, tanto en el abastecimiento de agua a domicilios, como en la evacuación de aguas residuales. En muchos países la planificación y la gestión de recursos continúa, sin embargo, siendo extremadamente centralizada, lo que la hace en muchos casos muy ineficiente. La amenaza que se cierne sobre muchos países debe ser la oportunidad para replantear el reparto de competencias en el ámbito de la gestión del agua, para que los gobiernos regionales asuman un rol protagónico. Ellos son, finalmente, quien, con un conocimiento preciso de su territorio, saben dónde están los recursos y donde las necesidades hídricas.
Esta será poco más o menos nuestra propuesta. Abiertos a debatirla durante las próximas semanas. Nos vemos en Temuco.