Los niños de Morona Santiago (República del Ecuador) teníamos en la mente que nuestra provincia era la patria verde gigante, fecunda y frondosa, madre de las mil maravillas.
La idea infantil de fábula de la provincia duró y perduró durante un largo tiempo. No exageramos. Perduró hasta que un día, ya jóvenes, empezamos a descubrir que en Morona Santiago había zonas exiliadas de la propia Provincia, zonas inéditas que jamás habían sido habitadas por un ser humano.
Nuestra Provincia Amazónica era, en suma, una ilusión, no la conocíamos a cabalidad. La selva era, en cierta forma, amplia y ajena aun para sus propios habitantes. Su historia reciente, sentida y vivida, empieza poco a poco a conocerse y reconocerse a sí misma, a través de su propia gente.
La educación fue la revelación: los habitantes de la provincia empezamos a valorar con otros ojos la selva, la biodiversidad, la fauna variada y única, los ríos con vocación de mar, la humedad y el oxígeno. Las nacionalidades descubrieron a los colonos, ellos a su vez se deslumbraron con culturas inesperadas.
Sorprendida de verse por primera vez, en más de una dimensión simultánea, enriquecida y ampliada, Morona Santiago alumbró su identidad para sí misma y para el país.
Pueblos distintos comenzaron a compartir la geografía y la historia. Empezaron a convivir entre sí. En ese proceso que aún continúa todos entendimos el significado de la palabra multiculturalismo y la profundidad vivencial de la palabra interculturalidad.
Las culturas cansadas de otros países se deslumbran: Morona Santiago es el paraíso terrenal que Dios le regaló a la tierra. Esta constatación superior nos dio a indígenas, colonos, jóvenes y misioneros, la noción o evidencia que unidos podríamos jugar un papel de liderazgo en las provincias amazónicas del Ecuador.
Quizá nuestra salud cívica consista en saber cómo crecimos. Los misioneros salesianos no solo fueron evangelizadores y educadores: fueron valientes ingenieros que abrieron caminos que hasta ahora perduran. Los colonos a su vez crearon asentamientos y ciudades. El Estado, posteriormente impulsó una vialidad que permitió generar la entrada de la costa y sierra hacia la Amazonía, hacia el corazón de la provincia. La troncal Amazónica (red vial) es un proceso que marcha que, como se sabe, busca integrar a todas las provincias de la Amazonía. La construcción de la vía interoceánica que pretende unir el océano pacifico con el atlántico, que incluye a nuestra provincia, no es una propuesta reciente ni ajena. El General Víctor Proaño, hijo adoptivo de Morona Santiago, fue el gran visionario de la vía destinada a unir dos océanos distantes.
En busca de la competitividad territorial, la provincia más bella de la Amazonía no ofrece palabras sino 2.800 km de vías para la integración, para la productividad, para el turismo y la paz.
Un revelador informe del Índice de Desarrollo Humano publicado por las Naciones Unidas dice de manera categórica, lo ya intuíamos: “Hoy día el estado nacional es demasiado pequeño para cosas grandes, y demasiado grande para cosas pequeñas”.
Para que la democracia funcione y la prosperidad no sea una mera retórica, en Morona Santiago estamos impulsando, desde el Gobierno de la provincia que lidero actualmente, una descentralización que, en rigor, adiciona diversidad a la unidad. No solo eso, la autonomía que promovemos impulsa la probidad administrativa, la veeduría ciudadana y la Gobernabilidad territorial.
Desde Morona Santiago se alienta la construcción de pactos sociales que permitan fortalecer la democracia, el anhelado tránsito de la representación excluyente a la participación ciudadana. Buscamos crear un puente entre lo deseable y lo posible. Soñamos con los pies sobre la tierra.
Buscamos pensar estratégicamente: sabemos que cada habitante es un mensaje y que, por lo mismo, se necesita elevar el coeficiente cívico y el coeficiente ecológico de todos. La sola existencia de leyes y ordenanzas no garantizan la convivencia humana y social.
La fecunda pluralidad es uno de los ejes de turismo. A la magia y ternura de la selva hay que adicionar lo que más deslumbra a los visitantes y turistas: los ritos y expresiones de dos culturas vivas que son al mismo tiempo realidad y leyenda. La Shuar y la Achuar. No existe ningún amazónico, indio o colono, que no sea de algún modo mestizo.
Mil símbolos, mil razones y misterios, nos dicen que el agua de Morona Santiago es agua de todo el universo. No exageramos. Los habitantes de la provincia sabemos que contamos con un territorio estratégico para el Ecuador. Somos un territorio de frontera que no solo limita con el Perú sino que, por derecho y valor, colinda con el Amazonas: nuestros ríos nutren el mar azul y dulce río más importante del planeta. Contamos, de hecho, con un territorio idóneo para la economía internacional y el comercio.
Nuestro territorio es ecológico, turístico y libre de contaminación ambiental. La energía limpia y potencial abunda. La sociedad intercultural que promueve casa adentro, antes que valorar las diferencias, que son importantes, subraya las coincidencias. Para nosotros primero está la gente.
A los Shuar nos gustan las alegorías para explicar el mundo que nos rodea. Jamás renunciamos a la leyenda y el mito. En algún lugar del planeta se cuenta que, en los lugares hospitalarios y generosos, existe un hilo milenario que es real pero invisible. Este hilo une a las personas destinadas a encontrarse, sin importar el tiempo, lugar o circunstancia. Este hilo se puede adelgazar o retorcer, pero nunca se rompe.
El hilo de la fraternidad permanente es el que nos ha llevado a plantear esta visión; una visión que muestra lo que somos y lo que tenemos de manera franca y abierta.
La realidad no puede ser un misterio ni la esperanza un consuelo.