Tras la aprobación de una agenda global, normalmente se mira hacia adelante buscando los mejores medios, no sólo financieros, para su implementación y evaluación, con el fin de alcanzar los objetivos marcados. Además, es necesario mirar hacia atrás para reflexionar sobre todo el proceso previo. Esta es la fase en la que se encuentra la Nueva Agenda Urbana, aprobada en octubre de 2016 en el marco de la conferencia de Hábitat III.
Habitat International Coalition (HIC) se origina en la primera conferencia Hábitat (Vancouver 1976) y ya en la conferencia Hábitat II (Estambul 1996)1, HIC juega un papel determinante en la coordinación de los aportes de la sociedad civil a la Agenda Hábitat, vigente hasta 2016. El principal desafío de aquella agenda, que establecía una relación simbiótica entre lo rural (territorio) y lo urbano (ciudad), fue su implementación: al no contar con planes de financiación, ni voluntad política, los acuerdos tomados por los países compromisarios se fueron reduciendo progresivamente, hasta dejarla en el olvido. Sin embargo, la sociedad civil y los movimientos sociales no cejaron en su lucha, evaluando los avances y denunciando los retrocesos de los compromisos asumidos por los gobiernos y los diversos actores involucrados en las conferencias anteriores.
Una de las principales demandas de HIC fue -y sigue siendo- el desarrollo equilibrado (y una inversión equilibrada) para las áreas urbanas y rurales dentro de un marco de derechos humanos, recordando la promesa de la Agenda Hábitat de "un enfoque regional y transectorial de la planificación de los asentamientos humanos que destaque las vinculaciones entre zonas rurales y urbanas y considere a las aldeas y las ciudades como dos extremos de una serie continua de asentamientos humanos en un ecosistema común."2 Veinte años más tarde, vemos como la nueva agenda "urbana" abandona su enfoque integral hábitat y omite ciertos aspectos negativos de la urbanización, como los intereses privados dictando el precio y el criterio de acceso a la tierra; personas empobrecidas forzadas a emigrar a las ciudades; la falta de solución al drama de los sin techo y a la falta de tierra, la inequidad en el acceso a la vivienda y un creciente número de desalojos y desplazamientos. Al mismo tiempo no desarrolla herramientas fundamentales para su implementación, como la redistribución de la plusvalía, ya reflejada en el compromiso de la Agenda Hábitat que planteaba aplicar "instrumentos innovadores para aprovechar los aumentos del valor de la tierra y recuperar las inversiones públicas"3.
En marzo de 2016, el Dr. Joan Clos, Director de ONU Hábitat y Secretario General de la Conferencia Hábitat III aseguraba que "la Nueva Agenda Urbana se pagará por sí sola"4, al considerar que los procesos urbanizadores generan mucho valor y que este valor debe ser redistribuido. Pero esta afirmación abre muchos temas críticos que no pueden dejarse pasar por alto y que ponen en duda la viabilidad de esa captura de valor y su distribución. En primer lugar es cierto que las ciudades producen muchos valores tales como valores sociales, de conocimiento y culturales, de oportunidades, además de económicos y financieros. Lamentablemente estos últimos valores están relacionados muy a menudo con procesos especulativos de uso y gestión del suelo, algo que afecta en gran medida a la vivienda y a su accesibilidad. Son estos mismos procesos especulativos, resultado de la financialización5 de vivienda y tierra, los que generan desigualdad y segregación. ¿Cómo es posible que los réditos de un sistema injusto se usen para mitigar parte de sus efectos nocivos? Demos además por sentado que esa captura no es suficiente para deshacer el daño hecho durante décadas en las ciudades -y en los territorios circundantes- y atajar los procesos actuales.
Por otro lado, HIC celebra algunos aspectos positivos de la Nueva Agenda "Urbana", como el apoyo a las alternativas a los sistemas económicos vigentes, que tanto han influido en el Hábitat que nos rodea y que sin duda ayudarían a los procesos de implementación de las diferentes agendas globales. Conceptos como la Economía Social y Solidaria6, la Producción Social del Hábitat7, las diversas formas de cooperativismo8, la Función Social y Ecológica de la tierra9 y la necesidad de no criminalizar la economía informal y regularla10, ponen a las personas en primera línea de implementación de las agendas globales y suponen un enorme aporte y potencial para estos procesos.
Finalmente, HIC defiende que se haga un esfuerzo en financiar y apoyar a la vivienda adecuada y a todo lo que esto conlleva (ubicación, servicios, transporte, infraestructura, oportunidades, así como seguridad de uso y tenencia, entre otros). Si hay un derecho humano que puede ser resorte para la consecución de otros derechos, ese es el derecho humano a la vivienda adecuada con una visión integral del territorio, que abarque a los y las que residen en los entornos rurales, que incluya a los campesinos y campesinas y a los pueblos indígenas. En definitiva una(s) agenda(s) global(es) y una implementación para todos y todas y que no excluya a nadie.
1 Para más información consultar la publicación 'Hábitat I, Hábitat II, Hábitat III: 1976-1996-2016'
2 La Agenda Hábitat, párr. 104, A/CON.165/14, 14 junio 1996
3 La Agenda Hábitat, íbidem, párr. 76 (h)
4 Consultar la entrevista íntegra
5 Para más información consultar el Informe sobre financialización de tierra y vivienda del Informe de la Relatora Especial sobre una vivienda adecuada como elemento integrante del derecho a un nivel de vida adecuado y sobre el derecho de no discriminación a este respecto
6 La Nueva Agenda Urbana, párr. 58, A/RES/71/256, 25 enero de 2017
7 La Nueva Agenda Urbana, íbidem, párrs. 31 y 46
8 La Nueva Agenda Urbana, íbidem, párrs. 58, 107 y 140
9 La Nueva Agenda Urbana, íbidem, párrs. 13 a) y 69
10 La Nueva Agenda Urbana, íbidem, párr. 13 d) y 59