Las Regiones deben apostar por el lenguaje claro

Judith Bayés

Experta en administación electrónica

 

Hace relativamente poco, dando una conferencia, recordé cómo conocí a María. Ella es inspectora de Hacienda Tributaria. Revisó mis declaraciones de impuestos y a partir de ahí empezó un ir y venir de documentos cruzados hasta que recibí la Resolución definitiva y en la cual confirmaba una sanción que me imponían.

Así que conduje a la capital, me planté en Hacienda Tributaria y pedí por María. Me presenté, y le dije “mira no entiendo lo que escribes, no sé qué me pides, solo sé que esto que me mandas no está bien”. La respuesta de María, después de escuchar mis argumentos, fue que ni ella entendía lo que escribía. Al final hacienda me dio la razón y no fuí multada por qué pude aportar la documentación correctamente, por qué por primera vez entendí que me pedía la administración.

Distinto fue el caso de Maria Walters, que ganó su caso en el Tribunal Supremo de Estados Unidos en mayo de 1998 (Walters vs. Reno). La Corte de Apelaciones del Tribunal Supremo encontró que los inmigrantes sujetos a deportación basados en cargos por fraude documental denunciados por la Oficina de Inmigración no tuvieron las óptimas garantías procesales. Los formularios utilizados por la Oficina de Inmigración para comunicar a la demandante, María Walters, de que podrían ser deportados, no comunicaban de forma simple y llana las consecuencias para ella. Así el Alto Tribunal ordenó a la Oficina de Inmigración y Naturalización rehacer todos los formularios con un lenguaje claro y comprensible, y ordenó a la misma de abstenerse de deportar a ningún ciudadano que su caso hubiese sido procesado usando los formularios y comunicados deficientes.

Toda la situación dio para reflexionar e investigar, llegando hasta Barack Obama y la aprobación, el 13 de octubre de 2010, del Plain Writing Act o Acta del Lenguaje Claro, la cual establecía que las comunicaciones que el Gobierno Federal de Estados Unidos dirigiese a la ciudadanía debían estar redactadas en un lenguaje claro y comúnmente comprensible. Pero esta iniciativa no nace estrictamente de él. Desde los años 70 y hasta la aprobación de la Ley para el lenguaje claro ya habido en el Gobierno de los Estados Unidos iniciativas en forma de Órdenes Ejecutivas (Administración Carter), Memorandos (Administración Clinton) para establecer un lenguaje claro en los documentos administrativos dirigidos a los ciudadanos. Y fruto de la aprobación de la Ley Obama, el 13 de octubre, se conmemora el Día Internacional del Lenguaje Claro.

Pero a pesar de contar con un día internacional, pocos son los países que han adoptado el Lenguaje Claro. Entre ellos encontramos Suecia, Inglaterra, Australia, Portugal, Argentina, México, una tímida guía que ha emitido la Comisión Europea, sin mucho éxito, y Canadá que como bien reza su normativa (1991) dirigida a los empleados públicos, y con el anhelo de que empaticen con la ciudadanía, dice “Usted podría sentirse frustrado si la información que afecta a su vida está escrita de tal forma que solo puede ser comprendida por un experto”.

Ahora que para todos es tan importante el concepto de avance tecnológico considero que nos toca hacer una profunda reflexión. El verdadero revulsivo para las regiones no es, ni será, solamente el avance tecnológico de las mismas. Lo innovador vendrá de la capacidad de descubrir problemas, nombrarlos y hacerles frente. El auténtico cambio provendrá de los Gobiernos regionales que hagan transformaciones con la complicidad ciudadana, entendiendo el papel de las regiones como el gobierno de proximidad, aquel que realiza la verdadera apuesta para crear sistemas disruptivos y que muy especialmente ejerce el liderazgo para transformar la burocracia, automatizar procesos para liberar recursos y dedicarlos donde la empatía humana es más necesaria y por supuesto cambiar el lenguaje que las administraciones utilizan para dirigirse a los mismos.  

Un lenguaje claro no está reñido con el rigor jurídico; Un lenguaje claro es evitar el desafecto y la frustración ciudadana; Un lenguaje claro permite acercar y unir. El lenguaje claro en las administraciones también nos acerca al cumplimiento de las ODS (metas 16.6 y 16.10) porque construir administraciones eficaces e inclusivas permite a los ciudadanos, con el respeto más absoluto, imponerles obligaciones y hacerles garantes de sus derechos. Al final, el derecho a entender lo que nos están diciendo, de una forma directa y ajustada a nuestras necesidades y poder dar la respuesta más acertada, debería ser una prioridad, ya que este mismo se consolida como un nuevo derecho social. Muy a pesar de lo que se pueda pensar, no hay un desafecto ciudadano para con lo público, sino un desinterés surgido por la desesperanza de sentir las administraciones lejanas, altivas y en algunas ocasiones, poco afables. La buena política, la cercana, no es la que consigue hacer valer los intereses de todos, pero no puede haber dejado de intentarlo; he aquí el reto de las regiones, ser un agente realmente transformador, no solo en nuevas políticas públicas sino en la cercanía de las mismas con el pueblo.

Yo tuve un golpe de suerte encontrando a María, a sabiendas de que fue eso, un golpe de suerte. Quizá es hora que aquello que buscamos, encontramos y gestionamos sea comprensible sin depender de un golpe de suerte o una sentencia judicial, sino que sea realmente la puerta a la verdadera democracia y a la consolidación de una ciudadanía inclusiva.

 


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