“Ya no podemos ser las últimas en todo, las últimas en la fila para los derechos, las últimas en ser escuchadas”. Así, con voz firme y los pies bien anclados en su historia, Luz Haro Guanga, campesina ecuatoriana y figura emblemática de la Red de Mujeres Rurales de América Latina y el Caribe (RedLAC), celebró la declaración del Decenio Interamericano por los Derechos de Todas las Mujeres, Adolescentes y Niñas en Entornos Rurales (2024-2034), durante un encuentro regional desarrollado en días pasados en Panamá. Estas palabras no solo estuvieron dedicadas para los asistentes del evento, sino para todos y todas quienes habitan los andes, las pampas, los cafetales, las costas, los mares u océanos y los valles del continente, quienes custodian estos territorios y producen en ellos.
La declaración, adoptada en la 53ª Asamblea General de la OEA el 23 de junio de 2023, es un acto sin precedentes en la región: una década entera dedicada a promover, proteger y visibilizar los derechos de millones de mujeres que han sido históricamente invisibilizadas: las mujeres rurales y sus hijas y nietas. No es solo un gesto diplomático firmado en un despacho lejano a la realidad, es la respuesta institucional a una lucha que ha florecido desde abajo, desde el surco abierto por las manos callosas, de heroínas invisibles que siembran alimento, crianza, cuidados, saberes y resistencia. En palabras de Luz Haro: “es la siembra de una justicia largamente postergada. Ahora, lo que nos toca es que esta semilla germine con políticas públicas, recursos y sobre todo se haga realidad con la voluntad humana, técnica y política de quienes toman las decisiones a todo nivel”.
Esta conquista no surgió de la noche a la mañana. La idea de declarar una Década de las Mujeres Rurales germinó como semilla colectiva en el III Encuentro Latinoamericano y del Caribe de Mujeres Rurales celebrado en 2012. Allí, 270 lideresas de 17 países levantaron una exigencia clara: que se reconozca, con hechos y con políticas, el valor histórico de quienes han sostenido el campo en condiciones de abandono e injusticia. Lo reclamaron como justo resarcimiento a los años de exclusión y olvido en que han vivido. Desde entonces, estas guardianas y cuidadoras de la vida, como lo que son, inestimables luchadoras que sostuvieron esa demanda con tenacidad, hasta verla florecer en la OEA. La Década no solo es para las Américas: busca inspirar condiciones de vida más dignas para las mujeres rurales de todo el planeta. Porque, como sostiene Luz Haro Guanga, “no hay país del planeta que no tenga mujeres en los campos sembrando, cultivando y cosechando sin horario ni salario para sostener la alimentación de sus familias y comunidades”.
Las raíces de esta lucha no son recientes. Desde su fundación, en 1990, la RedLAC ha tejido una malla viva entre más de 250 organizaciones en 21 países de las Américas y el Caribe. A lo largo de sus encuentros, las mujeres rurales han denunciado con valentía la desigualdad estructural que las golpea: el acceso limitado a la tierra y con ello el no acceso a créditos diferenciados para pequeñas productoras, la exclusión de los mercados, la sobrecarga del trabajo doméstico, la violencia, el machismo institucionalizado, la destrucción de la naturaleza y la falta de bienes y servicios básicos. Sus voces se han alzado en defensa del agua, del bosque, de las semillas, de sus cuerpos, de sus hijas y nietas y de sus comunidades. Y hoy, ese clamor colectivo ha sido reconocido por el Sistema Interamericano con nombre y calendario.
En ese mismo espíritu, la decisión de declarar cada 17 de abril como el Día Interamericano de Todas las Mujeres, Adolescentes y Niñas Rurales representa más que una fecha en el calendario. Se trata de un acto de dignificación política y simbólica, un recordatorio anual de que no hay desarrollo posible sin la participación activa y plena de las mujeres rurales en la vida económica, social, ambiental y cultural de nuestros pueblos. “El 17 de abril no será un día para dar discursos vacíos”, advierte Haro Guanga, “sino para rendir cuentas, para medir si estamos caminando juntas hacia una América más justa”.
Llamado a la acción
Desde esta trinchera fértil, las mujeres rurales están invitando a los Estados, ciudades y comunidades a sumarse con hechos concretos. No basta con reconocer su valor. Es urgente destinar presupuestos, reformar leyes, garantizar servicios, promover su liderazgo, actoría y protaginismo, reconocer sus saberes y proteger sus territorios. Porque allí, en esos campos a menudo olvidados, se cultiva no solo el alimento de nuestros cuerpos, sino también la semilla de un continente más equitativo. El grito de las mujeres rurales no es un eco del pasado: es el corazón que late por el futuro de América y nuestro planeta.